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  • Foto del escritorJavi Navas Llorente

Reseña de «El hombre en busca de sentido», de Viktor Frankl

Actualizado: 7 may 2023

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El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl en javinavas.es

Páginas: 162

Editorial: Herder

3ª edición, 6ª reimpresión, 2018

Con absoluta indiferencia ves cómo arrancan con tenazas los dedos gangrenados de un niño de doce años... ¿Te imaginas en esta situación? Aquí encontramos, además, hambre extrema («Parecíamos esqueletos disfrazados con pellejos y andrajos»), y muchas barbaridades más. ¿Se trata quizá de una historia de Stephen King, el rey del terror, el mago de la desolación? Lamentablemente, cualquier horrible ficción es mucho más agradable que la más amable de las experiencias que vivió Viktor Frankl en los «lager» (campos de concentración nazis): «Ningún sueño, por horrible que fuera, podía ser peor que la realidad del lager a la que cruelmente iba a devolverlo». Es lo que cuenta el autor cuando estuvo a punto de despertar a un prisionero que sufría terribles pesadillas. Y es que el tiempo que estuvo prisionero, Viktor Frankl tuvo que aprender a sobrevivir en unas circunstancias que superaron a la mayoría. En su condición de psiquiatra, utilizó estrategias psicológicas para mantenerse cuerdo y vital y, además, aprender de su experiencia, pues como él mismo cita: «Todo lo que no me destruye me hace más fuerte». ¿Es una novela? ¿Un ensayo? Se trata de la experiencia del autor en el lager. Nos cuenta con detalle su vida como esclavo, obligado a trabajar en condiciones inhumanas y sufriendo temperaturas gélidas sin ropas ni alimentación adecuados ―ni siquiera zapatos en ocasiones― y padeciendo el azote de enfermedades que no podían ser tratadas por carecer de medicamentos. No es una novela, pero el autor se apoya en recursos literarios propios de la narrativa para sumergirnos en primera persona dentro del lager. El horror se muestra con imágenes, no con descripciones. Y, aunque Frankl huye del sadismo explícito, su mesura no logra encubrir el infierno que se acostumbró a ver cada día. Frankl aprovechó para estudiar las reacciones de la psique humana y llegó a la conclusión de que no importan tanto los hechos que ocurren, por terribles que sean, sino el modo en que nos afectan y cómo gestionamos nuestras emociones para seguir adelante. ¿Cuál fue la clave?

La esperanza, la motivación, tener en mente una meta, un objetivo, pensar en que alguien te esperaría cuando todo terminase. Todo ello constituía el sentido que cada hombre debía buscar y encontrar. Quienes se rendían ante las adversidades o reaccionaban con apatía y desconsuelo sucumbían. Y es que Frankl relacionó la depresión del sistema inmunológico con la rendición vital. En un lugar en el que los humanos eran tratados peor que el ganado, Frankl catalogó a las personas como decentes e indecentes. ¿Se refería a los prisioneros y a los guardias? Sorprendentemente no. Descubrió que en todos los bandos convivían las dos categorías y halló prisioneros más crueles que los propios guardias. De igual modo, algunos guardias se preocupaban por los cautivos. ¿Cómo sobrevivir a todo esto?

«La vida humana nunca, bajo ninguna circunstancia, deja de tener sentido, y este sentido infinito de la vida incluye también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte». En su papel de terapeuta aconsejó a sus compañeros de cautiverio que mantuviesen la esperanza y se centrasen en sus metas finales. Otros, más espirituales, se refugiaron en sus creencias y en su mundo interior, lo cual también les ayudó.

Lo peor y lo mejor del ser humano

Y es que la privación de la libertad, unida a las torturas físicas y psicológicas, hace que algunas cualidades humanas destaquen sobremanera sobre otras. En algunos primarán las que refuerzan el instinto de supervivencia; en otros, las propias del altruismo y la entrega a los demás; y, en la mayoría, las que llevan a la rendición y a la sumisión. Esperanza, lucha, amistad, bondad, compañerismo, sacrificio, ¡¡¡humor!!!... Estas cualidades resultaron claves para sobrevivir. También la estrategia de las «pequeñas» cosas: «Unos eran partidarios de comer el pan inmediatamente. [...] Otros optaban por fraccionar la ración». Desesperanza, apatía, desinterés en el cuidado personal, reacciones sin más pretensión que superar un día más, sin metas ni ilusión. Muchas veces, bastaba con esto para conducir al prisionero a la fosa.

Violencia

También estaban los «kapos», prisioneros a quienes los guardias escogían para ejercer de capataces a cambio de buena alimentación y privilegios. Por supuesto, los elegidos eran quienes acumulaban mayor cantidad de cualidades deleznables: crueldad, insensibilidad ante el sufrimiento ajeno, egoísmo y, en poco tiempo, endiosamiento. De hecho, Frankl asegura que, en muchas ocasiones, los kapos eran incluso más crueles que los guardias nazis. Pero nadie se encontraba a salvo de sufrir irritabilidad y odio: «Como el prisionero estaba habituado a ver escenas de brutalidad, su impulso agresivo había aumentado notablemente».

La libertad interior

Mas Frankl se consideraba «libre», pues afirmaba que la libertad está en el interior de cada uno: «El hombre puede conservar un reducto de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en terribles estados de tensión psíquica y física». Y algo que destaca el autor es que el hombre siempre mantiene la capacidad de elegir: «Solo unos pocos conservaron esa fortaleza y fueron capaces de aprovechar los atroces sufrimientos para lograr una madurez interior. [...] La libertad interior puede elevar al hombre por encima de un destino adverso». ¡¡Inspirador!! ¿Podemos aprender algo de todo esto?

El autor se sirve de varios conceptos interesantes que podrían aplicarse a cualquier situación, especialmente al mundo de la educación: Voluntad de sentido. El hombre necesita metas y objetivos. No solo para sobrevivir en situaciones excepcionales, sino para formarse y crecer como persona. Los educadores deben tenerlo en cuenta para motivar a los alumnos en el aprendizaje. De esta forma, el conocimiento se convertirá en una herramienta que nos transporte al destino final en lugar de ser un fin en sí mismo. Sentido de la vida. La vida de cada persona es distinta y debe dársele el sentido que cada uno diseñe para sí mismo en función de las preguntas que aquella le haga. De igual modo podríamos aplicarlo en la educación: capacitando a las personas para que escojan sus propios caminos y modelen su educación en función de sus intereses y aptitudes. La responsabilidad personal será determinante para alcanzar el conocimiento del sentido de la vida de cada uno. Sentido del amor. «El amor consigue que el otro realice su potencialidad personal». Y es que solo podemos conocer el interior de las personas si las amamos, según dice Frankl. En su sentido más amplio, este amor implica creer en las personas, en sus cualidades, en su potencial. Un profesor que alberga estas creencias logrará de sus alumnos los mejores resultados de que sean capaces. Para ello es necesario conocerlos, «amarlos» y transmitirles confianza en sus posibilidades. En algún momento de la narración, Frank habla del amor a uno mismo, lo cual también resulta determinante, pero, en muchas ocasiones, uno no sabe que se ama y alguien con más experiencia debe hacérselo ver. Esta tarea corresponde a todos los educadores.

Conclusiones

Aceptando la filosofía de Viktor Frankl, y aprovechándome sin ningún esfuerzo de la sabiduría que él sufrió tanto para adquirir, quiero quedarme con algunos conceptos que me parecen determinantes: cada uno debe buscar el sentido de su vida en función de los acontecimientos, sin perder el norte y manteniendo la vista clavada en la meta. No importa cuántas veces te caigas o te derriben, utilízalo para hacerte más fuerte y no dejes que te afecte de modo negativo; tu libertad interior te da la posibilidad de elegir: escoge la opción positiva, la que ofrece soluciones, no la que te destruye. Eso dará sentido a tu vida; te llevará a amarte a ti mismo y, quizás, a los demás.

VIDEORESEÑA

Te recomiendo mucho esta lectura, pero, por si te apetece algo más ligero y amable para tus alumnos o hijos, te presento «La torre de sabiduría. El libro de Mikel», donde también se habla del espíritu de superación, de la capacidad de aprendizaje y del valor de la amistad, aunque en un mundo muchísmo más agradable. Es una aventura de fantasía en el mundo de los sueños, adecuado para jóvenes a partir de 9 años.

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