La fantasía y la realidad, a veces, se encuentran mucho más cercanas de lo que nos gustaría. En «El niño que vivía en las estrellas», de Jordi Sierra i Fabra se juega al despiste con ambos conceptos. La mente y sus laberintos se convierten en un protagonista más. «Los médicos que operan a alguien del estómago saben dónde buscar cuando abren el cuerpo de su paciente. Los psiquiatras no podemos abrir la cabeza del enfermo, y aunque pudiéramos, eso no serviría para nada, porque el mal no está a la vista». Como has visto en el párrafo anterior, la novela está escrita en primera persona, encarnada por el doctor Rojas.
Escogí esta lectura pensando que encontraría una historia de ciencia ficción. Sin embargo, la fantasía da lugar a algo mucho más terrible, que, aunque no goza de mis simpatías como lector, debo reconocer que es impactante y de enorme actualidad. El drama de un chaval con problemas de comunicación y que actúa como si fuese un guerrero espacial afecta de tal modo al psiquiatra que le atiende que, incluso, su esposa se ve obligada a reconfortarlo y ofrecerle consejos. ¿De qué va? El doctor trabaja en una institución psiquiátrica y cree haberlo visto todo. Pero un nuevo paciente logra descolocarle y plantearse la existencia de vida extraterrestre, pues el joven, incapaz de comunicarse, no reconoce nada de lo que ve y todo en él apunta a una vida en la que disparar a los enemigos y mirar las estrellas es lo habitual: «[...] los agentes lo vieron arrodillarse en el suelo, llevarse una piedra a la boca para morderla, pasar la mano por la tierra y las plantas silvestres de ese lugar. También elevó los brazos al cielo, los agitó, como si quisiera atrapar las estrellas... O salir volando». Con muy pocos personajes, Jordi Sierra pone en marcha esta historia: el psiquiatra y su mujer, la enfermera que ayuda al doctor y el extraño paciente. Más adelante, aparece alguno más que sirve para hacer avanzar la investigación que emprende el doctor en su empeño por resolver el misterio. El psiquiatra no acostumbra a realizar trabajo de campo, pero lo inusual del caso le insta a ello. Así, descubre una nueva faceta de sí mismo que enriquece su visión de la psiquiatría. El inicio es demoledor. Te plantea multitud de dudas, a cual más increible y atrayente. Te hace augurar una historia de las que te hacen soñar con mundos fantásticos y viajes interplanetarios. Es evidente que a los amantes de la fantasía nos engancha de forma contundente. Pero, en este caso, el llamado «pacto con el lector» es engañoso. Al principio de una historia, el escritor establece el género y el tono en que discurrirá la misma. Así, el lector puede decidir si la propuesta le convence para seguir leyendo. Este pacto es sagrado y no debería romperse. Lo que aquí se prometía, y que yo esperaba, no se cumplió, y el giro que da la historia toma una dirección que no me entusiasma. Jordi Sierra lo hace con maestría, pero es el tema en cuestión lo que no me atrae, pues mis preferencias van por otro lado. ¿A quién puede gustarle esta historia?
Pues a quienes disfruten con el drama, con los problemas sociales y humanos, a los jóvenes que puedan estar sufriendo incomunicación y a sus allegados, pues se sentirán identificados con el protagonista. «Cada vez que un ejército de bulldozers y máquinas arrasaba un campo de chabolas, era como si un minero se lavara la cara al salir a la superficie, sabiendo que al día siguiente volvería a ensuciársela al bajar a la mina. Las chabolas surgían en otra parte y los hijos del infortunio, los desheredados, continuaban así su existencia. En cualquier ciudad late el pozo negro de la miseria». ¿Me ha gustado?
Al principio mucho, después poco, aunque no tiene que ver con su calidad literaria, sino, como ya he dicho, con el trasfondo de la historia. Es adecuado para los jóvenes, pues su lenguaje es sencillo y la trama, lineal sin bifurcaciones extrañas. Conlleva, igualmente, un mensaje que los menos pequeños entenderán sin problemas. De hecho, los lectores más avezados anticiparán el final sin problemas. Conclusiones. Es un librito de apenas 108 páginas que se lee del tirón. Me parece interesante como lectura escolar siempre que se debata luego con el profesor (o con los padres). Si, como yo, buscas una historia de fantasía, esta no colmará tus expectativas, pero si disfrutas con las tragedias y los problemas de la actualidad, entonces te resultará una lectura interesante.
VIDEORESEÑA
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