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Este es un relato del cual se ha dicho, y el autor deja entrever en el texto, que critica el materialismo de la sociedad contemporánea a la publicación (1887). Pero, desde el punto de vista actual, a mí me ha transmitido la idea de que los protagonistas, a pesar de no creer en los fantasmas, se adaptan con rapidez y afrontan el problema de sus apariciones de un modo práctico, conciliador y bastante cómico.
«La ordinariez de los gemelos, el grosero materialismo de mistress Otis, eran realmente vejatorios».
Estamos hablando de una historia de fantasía y humor con un trasfondo dramático. En la mayoría de las novelas de este tipo, los fantasmas atemorizan a los protagonistas hasta hacerlos huir o sacarlos de quicio. En esta, quien pierde los estribos y no comprende qué falla en sus tentativas de asustar, es el fantasma, quien, además, se siente profundamente humillado. ¿DE QUÉ VA? Un «ministro» de los Estados Unidos de América, el señor Otis, adquiere un castillo en Canterville, a pesar de las advertencias del anterior propietario. Una maldición recae sobre el inmueble, y es que tiene un fantasma. El americano ignora el aviso, pues considera paparruchas y supersticiones los temas sobrenaturales. Pero el fantasma existe y tiene una gran experiencia en asustar y en hacer la vida imposible a los inquilinos del castillo. Sin embargo, la familia del ministro tratará de conciliar su vida familiar con las actividades nocturnas del fantasma, lo cual irritará profundamente a este.
LECTORES.
Es perfecto para jóvenes y adultos. Está escrito con un lenguaje que, aunque antiguo (por el uso de algunas palabras y expresiones), es de fácil comprensión y amistoso con el lector. Seguro que te sacará una sonrisa.
COMENTARIOS.
El relato atrapa desde el principio por varios motivos:
Se advierte claramente que hay un fantasma que no disfruta con las visitas.
El escepticismo de la familia nos hace prever el conflicto, pues sabemos a ciencia cierta que el fantasma hará acto de presencia.
Y, efectivamente, el fantasma deambula por las noches haciendo ruidos molestos y arrastrando sus cadenas chirriantes. Todo esto perturba el sueño de la familia quien, incluso así, intenta hallar una explicación racional sin admitir siquiera la posibilidad sobrenatural. Hasta que el fantasma hace un primer intento de matar del susto al señor Otis. Lo que no se espera, y el lector tampoco, es la reacción del ministro, quien deja pasmado y profundamente ofendido al difunto.
PERSONAJES.
Es precisamente el fantasma, el personaje más interesante y completo de la historia. Su único objetivo es arrastrar cadenas, gruñir a través de las cerraduras y mantener la mancha de sangre que dejó al asesinar a su esposa trescientos años atrás. Se muestran sus «momentos de gloria» con otros inquilinos, a quienes llegó a provocar la muerte con un buen susto. Y, lo más gracioso, se le dota de actitudes y debilidades humanas. Como el hecho de que pueda resfriarse si se moja o de que pueda sufrir una fractura en el hombro al recibir un golpe o de que posea una habitación propia con un armario en el que guarda su vestuario e, incluso, disfraces.
«En su afán de hacer una entrada sensacional, la abrió violentamente, recibiendo una jarra de agua que le dejó empapado hasta los huesos y no le aplastó el hombro por muy poco».
«[...] salió huyendo hacia su cuarto a toda velocidad, y al día siguiente tuvo que quedarse en la cama con un fuerte catarro».
La familia del ministro está compuesta por el señor Otis y su esposa, su hijo mayor, Washington, los dos niños gemelos y quien tiene un papel fundamental en la historia: la hija adolescente del matrimonio, Virginia.
MI OPINIÓN.
Me ha resultado muy divertido el modo en que ha enfocado la historia Oscar Wilde, pues los gritos, carreras y llantos, típicos de estos relatos, han sido sustituidos por tranquilidad, diálogo, humor y esa forma práctica de afrontar el problema de la que hablábamos al principio. Lo mejor, sin duda, y que me ha llamado mucho la atención, pues no lo había visto anteriormente, es el modo de tratar el clímax de la historia. Por regla general, los momentos de mayor tensión, cuando parece que todo va a salir mal (o sale mal definitivamente), se centran en el protagonista y en los hechos que le ocurren. Aquí pasa algo dramático que llena de angustia a la familia. Y es esta tensión la que nos transmite Oscar Wilde, dejándonos con la incógnita de lo que está ocurriendo realmente y que, al menos a mí, me gustaría saber. Si quiero explicarlo no me queda más remedio que hacer un pequeño spoiler que no va a afectar en el disfrute de la historia, pero si prefieres saltártelo pasa al siguiente párrafo. SPOILER. En determinado momento, Virginia desaparece voluntariamente. Recibe advertencias de espectros supuestamente amigables y de los personajes pintados en los cuadros, que le avisan de que no haga lo que está a punto de hacer. Pero ella ignora las advertencias. La familia descubre la desaparición e inicia una frenética búsqueda. Bien, pues Wilde, sin decirnos lo que le está pasando a la chica, nos mantiene en vilo simplemente con la preocupación de la familia y sus intentos por encontrarla.
LO QUE «NO ME HA GUSTADO».
Mas ha habido alguna cosa que no he comprendido y que, seguramente, tiene que ver con la sociedad y las costumbres de aquel tiempo. Me refiero al hecho de que en un momento de especial tensión y dramatismo, el señor Otis dedica tiempo a escoger y comprar un sombrero para el prometido de su hija (Virginia), ya que este va a acompañarle y debe mostrar un aspecto acorde a la posición del ministro. A mi entender, que este joven lleve o no sombrero, en las circustancias en las que ocurre, es intrascendente, pero quizás en aquella época resultaba vital. Es posible que esto sí constituya una evidencia del materialismo que menciona Wilde.
CONCLUSIONES.
El humor en una historia de fantasmas llama la atención, pues todo esto ocurría en una época en la que se publicaron novelas de terror como «El extraño caso del Dr. Henkyll y Mr. Hyde», de R. L. Stevenson y contemporanea a Bram Stoker, creador de «Drácula». Es muy curioso que la primera enamorada de Oscar Wilde terminó casándose con el creador del vampiro más famoso de la historia. Este relato, de unas 40 páginas en su edición de bolsillo, se lee del tirón y es perfecto para pasar un buen rato. El humor sutil de Oscar Wilde se desliza sin que te des cuenta y los enfados del fantasma y sus intentos por recuperar su esplendor como «asustador» resultan muy interesantes. Aunque otros relatos de este autor no me han gustado, este me ha sorprendido y me ha encantado. La edición en que lo he leído se titula: «El fantasma de Canterville». Es un libro de bolsillo editado por el diario El país, en su colección «El país aventuras». Contiene varios relatos, algunos de los cuales también comentaré.
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